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Hasta aquí he evitado dejar de lado toda creencia religiosa y

me he apoyado en la sabiduría humana acumulada a través

de los siglos. Tengo la convicción de que la ética desde su

origen se ha planteado como una búsqueda de la felicidad y la

justicia por medio del esfuerzo del pensamiento.

Justamente lo que hemos expuesto en toda esta reflexión es

que somos, como seres libres, responsables de lo que

hacemos. La responsabilidad, la obligación de hacernos cargo

de las consecuencias de nuestros actos, es lo esencial en la

moral, y es porque elegimos, tomamos decisiones y somos

responsables de sus consecuencias. La moral es una

condición del hombre derivada de su libertad.

Sin embargo, a pesar de que creo que sin religión el hombre

puede alcanzar un alto grado de plenitud, es de sumo interés

ver cómo la religión, especialmente la judeocristiana, ha

elaborado en forma acuciosa la temática de las virtudes que

los griegos iniciaron en la filosofía.

Por eso, nos interesa de

sobremanera aquí el desarrollo de los dones del Espíritu.

La fuente en que se basa el cristianismo para tratar de los

dones es un texto de Isaías 11, 1-3.

Y brotará un retoño del tronco de Jesé

Y retoñara de sus raíces un vástago

Sobre el que reposará el espíritu de Yavhé,

Espíritu de sabiduría y de inteligencia

Espíritu de consejo y de fortaleza,

Espíritu de entendimiento y de temor de

Yavhé. [A éstas se añade el don de ciencia].

Se distinguen, las virtudes y los dones, en su origen porque

las virtudes de la ética griega son producto del esfuerzo

propio, pero en este caso, de los dones del cristianismo, son