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bó el sufrimiento. El sufrimiento humano tendrá otro

sentido o tendrá un sentido, pero no dejará de estar presente.

La expresión de Jesús

el discípulo no es superior al

maestro,

quiere decir que él es el maestro que sufrió hasta dar

la vida por la humanidad, luego nadie puede pretender que

será su discípulo y vivirá sin sufrir aventajando a su maestro.

Cabe preguntarse si es posible la felicidad que buscamos en

un planteamiento religioso como éste. Al parecer la respuesta

es afirmativa. Hay místicos cristianos que señalan que la

tristeza es inaceptable en un creyente porque es una suerte

de ingratitud con Dios. Cada día el cristiano recibe el amor de

Dios de múltiples formas, ante lo cual una molestia o disgusto

es comparable a una gota de agua con el océano. Francisco de

Sales recordaba las palabras de Pablo (en 2Cor 7, 10) “la

tristeza del mundo produce la muerte”. Pero, Francisco de

Sales añade: “priva al alma de consejo, de resolución, de

juicio y de ánimo, y deja sin fuerzas. La mala tristeza es, en

fin, como un invierno violento que priva a la tierra de toda su

hermosura y paraliza todos los animales. Que le quita toda

suavidad al alma, y que casi la paraliza y hace incapaz de

usar todas sus facultades”

14

.

Armonizar el sufrimiento y la felicidad parece un

oxímoron

,

algo así como una contradicción en términos

imposible de resolver. No pienso así, una vida feliz,

como

puede serlo un hombre,

no descarta nunca el sufrimiento. El

estado de felicidad o plenitud,

a lo humano

, es un estado

integral en el que se está seguro que la dirección, la energía,

la consistencia y estabilidad del vivir es inalterable. El êthos

se dobla como el bambú pero se pone de pie con dolor y todo.

En el camino se seguirá herido pero no arrepentido ni

titubeante sobre su dirección. Es lo que Julián Marías

llamaba

la pretensión,

que está en relación al futuro como

proyección hacia la realización de nuestro proyecto vital que

14

Sales, san Francisco (1999),

Introducción a la vida devota.

Apostolado Bíblico Católico,

Santiago de Bogotá, Colombia, pp 332ss