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mos mencionado anteriormente, y esta es la novedad que que-

remos abordar para entrar en la naturaleza de estas nuevas

virtudes.

El hombre dotado de fe visualiza, siente y vive, en pos de una

felicidad ya no solamente aproximada, como hemos visto

hasta ahora, sino hacia una felicidad sin fin. Esto no niega

nada de lo que hemos dicho, sino añade una nueva dimensión

que opera no sólo al final o después de la vida sino en la

misma trayectoria existencial como una energía que potencia

y da una luz distinta al camino que seguimos día a día.

La religión es una fuente de sabiduría que ha acompañado al

hombre desde el origen de su historia como un componente

de la cultura que, como cualquiera de sus manifestaciones,

muchos hombres desconocen a pesar de oír frecuentemente

su contenido. ¿No pasa algo semejante con muchos que oyen

a Bach, Beethoven, Mozart, Berlioz o Malher y no lo escuchan

sino como meros sonidos sin sentido? La belleza está para

ellos escondida o no existe en esta música, o es casi un

producto declarado sólo por unos pocos, casi como una

invención arbitraria, dirían. Para los tales, también Picasso es

una extravagancia de un mundo enloquecido, casi una locura

de los tiempos modernos. Oídos sordos que oyen y no

escuchan; ojos ciegos que miran pero no ven. De tal forma la

religión también está ausente en la vida de una parte

importante de la humanidad, con una razón que no entiende,

como decía Pascal, “las razones del corazón”.

No creo que la religión o la fe quiten a la existencia la

angustia o el dolor al que siempre estamos expuestos. Negar

eso sería trivializar la religión o sería, como se usa tanto decir

hoy, una religión

light

.

En el cristianismo, por ejemplo,

cuando Jesús llama a sus discípulos está implicado que

dice

toma tu cruz y sígueme.

No dice, si vienes conmigo se aca-