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pontificia universidad católica de puerto rico

Dios decide enviar a su hijo al mundo, seleccionó a María como madre de

Jesucristo. Ese acto del Verbo Encarnado, de nacer a través de una mujer,

es el principal símbolo de transmisión de fe. Es a través de María, que la

mujer recibe el rol de transmisora de la fe. En especial cuando pronunció

las palabras “hágase en mí según tu palabra” (Lc 1, 38). Es aquí donde

María acepta ser la transmisora de la fe.

Según Stubbemann (s.f.), “… existe una misión de la mujer en la

transmisión de la fe, una llamada que Dios le dirige a la mujer”. Por lo

tanto, no es una opción, es un don. Es una tarea que requiere ser acatada

según el mandato divino.

Más allá de ser transmisora de la fe, a la mujer también se le conoce

como educadora en la fe. Para el papa Francisco (2015), la fe se transmite

a través de las madres y abuelas, pues ellas han recibido al Espíritu Santo

de donde proviene su fe. La humanidad, ha recibido como regalo de Dios,

la fe. Pero la fe tiene que cultivarse. Tiene que transmitirse de generación

en generación para que no se pierda. Es aquí donde se recuerda a las

madres y abuelas. En especial, cuando enseñan las primeras oraciones.

Cuando enseñan a saludar a Dios a través de la oración. Por lo que, no hay

pronunciamiento más cierto que el del papa Francisco cuando reconoce a

estas importantes mujeres en la vida de todos los creyentes.

Así que, es la mujer quien dedica tiempo para enseñarnos a orar.

La que acerca a los niños más a Dios. La transmisión de la fe comienza

con la oración silenciosa que realizan las madres al pie de la cuna cuando

sus hijos son pequeños. Pero las madres pedirán a Dios por sus hijos

todos los días de su vida. No importa el momento ni la circunstancia,

es la madre quien le pide a Dios que cuide, bendiga y proteja a sus

hijos. Luego, les enseña a saludar a Dios a través de la oración. “Por su

especial sensibilidad y ternura, la mujer es la que cuida principalmente el

crecimiento espiritual de los hijos y quien mejor muestra el amor de Dios

desde la pequeña iglesia que es la familia” (Suazo, 2015).

La mujer es llamada a transmitir la fe en tres dimensiones diferentes:

esposa, madre y vida consagrada. Estas dimensiones deben desarrollarse

unitariamente. Para Stubbemann, (s.f.), la mujer no tiene que contraer

matrimonio para sentirse completamente realizada. Es a través de la

consagración donde también se entrega la femineidad a Dios. A su vez, es