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pontificia universidad católica de puerto rico

el crecimiento de esta unidad básica de la sociedad”.

Es la madre la que sufre por sus hijos. En especial sufre cuando

están enfermos o van por mal camino. Sufre por la muerte de los seres

queridos, cuando es abandonada por sus hijos, sufre por sobrevivir y por

las injusticias, entre otros (san Juan Pablo II, 1988). En este sentido,

el papel principal de la mujer es la procreación. Esta es considerada

la fuente de la sensibilidad femenina, con respecto de la vida y del

crecimiento humano. “Sed misioneras del evangelio de la vida, para que

la cultura social, económica y política de nuestro tiempo adquiera su

propia dimensión ética (San Juan Pablo II, 1993).

Lamadrecrea lazos indisolublesconloshijos. Establececomunicación

profunda con ellos. Tanto a nivel físico como afectivo y espiritual. No

solamente en el tiempo de gestación, sino el resto de su vida. La madre

educa a sus hijos siendo ella misma (Stubbemann, s.f.).

A su vez, la mujer en su rol de madre, desarrolla dotes de empatía

con sus hijos. Estas dotes son para captar deseos y fuerzas desconocidas;

presentir cosas que no son y luego serán, con el fin de proteger a sus hijos

(Stein, 1998). De igual importancia, está la dual tarea de la madre de

cuidar y velar por los hijos y por el marido a la vez. Esta tarea presupone

una capacidad de servicio generoso. Su tarea principal es prepararlos

para el cielo. Por lo que, su tarea sobrenatural es “encender, o hacer más

luminosa, la llama del amor de Dios en el corazón del esposo y de los

hijos” (Stein, 1998).

Por otro lado, la madre también es maestra de la vida. Ella ayuda a

sus hijos a crecer, los forma, los enriquece. Es la madre la que transmite fe

y valores. Pasa más tiempo con sus hijos. Por lo que educa a los hijos para

que se conviertan en personas autónomas y maduras. La madre “influye

en la adquisición de hábitos, forma su carácter, imprime reciedumbre,

tenacidad y perseverancia” (Suazo, 2015).

De otra parte, está la dimensión de la castidad. Esta constituye la

entrega a Dios, a través de la vida consagrada. Es en esta dimensión donde

la mujer es semejante a María. Esta virtud se manifiesta viviendo lo que

dicen los evangelios. En especial, la castidad, la pobreza y la obediencia.

La castidad es un camino, un modo de vida. A través de ella, la mujer