117
mujer: cinco roles en la sociedad actual puertorriqueña
reafirma su femineidad, don sincero de Dios, don esponsal. Por lo tanto,
la vida consagrada representa el matrimonio con el Esposo Divino, o sea
con Cristo-Esposo (san Juan Pablo II, 1988).
Así pues, la vida consagrada representa la vocación y dignidad de
la mujer. Lo que a su vez, representa la renuncia al matrimonio y a la
maternidad física; adopta la maternidad espiritual. “La maternidad
espiritual revive formas múltiples”. Esta maternidad se manifiesta
a través del apostolado por los más necesitados, por los enfermos, los
minusválidos, los abandonados, los huérfanos, los ancianos, los niños,
los jóvenes, los encarcelados y los marginados. “Una mujer consagrada
encuentra de esta manera al Esposo, diferente y único en todos y cada
uno, según sus mismas palabras: «Cuando hicisteis a uno de estos… a mí
me lo hicisteis»”. (san Juan Pablo II, 1988). Para Stein (según se citó en
Pérez y Sancho, 1998), la vida consagrada es una nueva vocación. Una
vocación sobrenatural que se adecúa a la vocación natural de la mujer,
la maternidad espiritual. Conocida también como esposa de Cristo,
“La mujer dentro de la Iglesia personifica en sí de un modo especial los
valores y la misión dados por Cristo a su Cuerpo Místico: engendrar
nuevas criaturas para Dios y formarlas en el camino de la fe”.
La vida consagrada constituye una vocación a la vida religiosa. Es una
completa entrega a la vida de Dios. Por lo que, la mujer renuncia a toda
posesión material para dedicarse a Dios y a las cosas espirituales. La vida
consagrada puede hacerse de diferentes maneras. Entre ellas se destacan
las siguientes: la meditación silenciosa de la verdad divina; la alabanza
solemne de Dios; la propagación de la fe; las obras de misericordia; y la
intercesión y la expiación (Stein, 1998). Es en ella donde se destacan
las tareas apostólicas, en especial el trabajo con los jóvenes. También
se distinguen por el sacrificio y la oración. Sin olvidar la educación y la
caridad.
Sin embargo, el motivo, medio y fin de la vida religiosa es la entrega
incondicional a Dios. En la castidad, la mujer se olvida de sí misma.
Renuncia a su propia vida para dedicarse a la vida de Dios. Por lo tanto,
es el amor quien rige esta vocación. Amor que se manifiesta a través
del necesitado, del enfermo, del afligido. Amor que protege y custodia,
que alimenta, que enseña y educa. Amor que es servicio. Amor de
corazón divino. Por lo tanto, este tipo de vida divina responde a la ética