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mujer: cinco roles en la sociedad actual puertorriqueña

reafirma su femineidad, don sincero de Dios, don esponsal. Por lo tanto,

la vida consagrada representa el matrimonio con el Esposo Divino, o sea

con Cristo-Esposo (san Juan Pablo II, 1988).

Así pues, la vida consagrada representa la vocación y dignidad de

la mujer. Lo que a su vez, representa la renuncia al matrimonio y a la

maternidad física; adopta la maternidad espiritual. “La maternidad

espiritual revive formas múltiples”. Esta maternidad se manifiesta

a través del apostolado por los más necesitados, por los enfermos, los

minusválidos, los abandonados, los huérfanos, los ancianos, los niños,

los jóvenes, los encarcelados y los marginados. “Una mujer consagrada

encuentra de esta manera al Esposo, diferente y único en todos y cada

uno, según sus mismas palabras: «Cuando hicisteis a uno de estos… a mí

me lo hicisteis»”. (san Juan Pablo II, 1988). Para Stein (según se citó en

Pérez y Sancho, 1998), la vida consagrada es una nueva vocación. Una

vocación sobrenatural que se adecúa a la vocación natural de la mujer,

la maternidad espiritual. Conocida también como esposa de Cristo,

“La mujer dentro de la Iglesia personifica en sí de un modo especial los

valores y la misión dados por Cristo a su Cuerpo Místico: engendrar

nuevas criaturas para Dios y formarlas en el camino de la fe”.

La vida consagrada constituye una vocación a la vida religiosa. Es una

completa entrega a la vida de Dios. Por lo que, la mujer renuncia a toda

posesión material para dedicarse a Dios y a las cosas espirituales. La vida

consagrada puede hacerse de diferentes maneras. Entre ellas se destacan

las siguientes: la meditación silenciosa de la verdad divina; la alabanza

solemne de Dios; la propagación de la fe; las obras de misericordia; y la

intercesión y la expiación (Stein, 1998). Es en ella donde se destacan

las tareas apostólicas, en especial el trabajo con los jóvenes. También

se distinguen por el sacrificio y la oración. Sin olvidar la educación y la

caridad.

Sin embargo, el motivo, medio y fin de la vida religiosa es la entrega

incondicional a Dios. En la castidad, la mujer se olvida de sí misma.

Renuncia a su propia vida para dedicarse a la vida de Dios. Por lo tanto,

es el amor quien rige esta vocación. Amor que se manifiesta a través

del necesitado, del enfermo, del afligido. Amor que protege y custodia,

que alimenta, que enseña y educa. Amor que es servicio. Amor de

corazón divino. Por lo tanto, este tipo de vida divina responde a la ética