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Pontificia Universidad Católica de Puerto Rico

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Los esposos Joaquín y Ana me hacen pensar en la hermosura del

matrimonio, temerosos de Dios y abierto a los planes de Dios. Su

fama se extiende de generación en generación, y su memoria

llega hasta nuestros días. Y su recuerdo y celebración es bálsamo

para nuestras almas.

En el mundo convulso en el que hoy vivimos, en el que se legisla en

contra del matrimonio creado por Dios entre un hombre y una

mujer, y se llama matrimonio a cualquier relación, en contra de la

ley divina y de la misma naturaleza humana, la fiesta de los santos

Joaquín y Ana debiera ser ejemplo para los matrimonios, y un

llamado a vivir el santo temor de Dios, abiertos a los planes de Dios.

Desgraciadamente se está perdiendo el santo temor de Dios en

muchos hogares, que es precisamente lo que hace la diferencia

entre un matrimonio que es cristiano, del que no lo es. Antes se

rezaba en la casa, en el hogar, se bendecía la mesa, se rezaba el

rosario, se vivía bajo el santo temor de Dios, la iglesia era parte de

la vida familiar. Mucho me temo que se estén perdiendo estas

referencias y que ya no se invoque el santo nombre de Dios en

muchos hogares, y la misma familia esté sufriendo los embates de

esta ausencia de Dios.

Es en este sentido que San Joaquín y Santa Ana son espejo y

modelo de una vida matrimonial y familiar acorde a los planes de

Dios, y una invitación a recuperar y a vivir protegidos del santo

temor de Dios en nuestros hogares. Cuántos males y problemas se

evitarían o resolverían, y seguramente regresaría a nuestros hogares

la alegría y la felicidad, que tanto necesitamos y estamos

perdiendo.

Santa Ana me trae también a la memoria la figura de la mujer

fuerte de la que habla la Escritura. “Es de más valor que cualquier

joya… Su marido puede confiar en ella… se levanta cuando aún es

de noche, da de comer a los de su casa y reparte las tareas de su

servidumbre…Tiende su mano al desamparado y da al pobre...

Habla con sabiduría y ensena la piedad… Por sus obras todos la

celebren”.

Con alegría hoy celebramos a esta mujer que supo inculcar la

verdadera sabiduría y enseñar la piedad a aquella hermosa niña

que engendró y que sería la escogida entre todas las generaciones

para ser la madre de Jesús.