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Pontificia Universidad Católica de Puerto Rico

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Hoy asistimos a un fenómeno que cada vez se va generalizando

más y más, sobre todo en el mundo occidental, el fenómeno de la

secularización. Unas veces abiertamente, las más, sutilmente, se

está prescindiendo de Dios. Dios cuenta menos, poco o nada, en la

vida personal y en la vida social y política de los pueblos. Es como si

bajo el pretexto de la reparación de Iglesia y Estado, Dios pagase

las consecuencias, sacándolo de la vida pública y privada. La

prensa se vuelve cada vez más neutral, en el sentido negativo de la

palabra, porque no es precisamente neutralidad lo que muestra,

sino un rechazo a la iglesia, a Dios, y un ataque solapado o abierto

a la religión.

Se quiere construir un mundo sin Dios, con el hombre como centro.

Pero, el hombre sin Dios, queda al descubierto, no tiene futuro. Más

se aleja el hombre de Dios, más se autodestruye. Es como si se le

amputase toda relación con Dios, como criatura, y como redimido.

Se convierte en una criatura sin creador, y en un ser caído, sin

posibilidad de levantarse.

Los santos, son la contraportada de lo que estamos diciendo,

desde el momento que han puesto toda su confianza en el Señor.

Que cuentan para todo con el Señor, que su fuerza y razón de ser

es el Señor. A diferencia del hombre que prescinde de Dios en su

vida, y que poco a poco se autodestruye, el santo se siente

realizado y siente cómo a medida que más se acerca a Dios

alcanza la plenitud. Y es que como decía Benedicto XVI a los

jóvenes, Dios no quita nada, lo da todo. Lejos de ser un obstáculo

para el progreso y la felicidad, encuentran en Dios la verdadera

felicidad y la plena realización como personas.

Santa Clara es un testimonio fehaciente de lo que estamos

diciendo de los santos. Como mujer, como religiosa, como santa,

puso su confianza plenamente en Dios y se apoyó en Él, y hoy está

considerada como una de las figuras femeninas más grandes de la

historia. Muestra en el año 1253, su memoria perdura entre nosotros,