Pontificia Universidad Católica de Puerto Rico
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Misericordia Divina, ayúdanos a experimentarla en nuestra vida y a
testimoniarla a nuestros hermanos”.
Se confirma lo dicho con algunos ejemplos: Dios escoge para
deslumbrar a los hombres del siglo veinte y veintiuno, e inicios del
tercer milenio, como “don de Dios a nuestro tiempo”, no a un
letrado o poderoso de este mundo, no a un superman o a un
fisicoculturista, sino por el contrario elige a una joven, de limitada
escolaridad, enferma, desconocida a los ojos de los hombres, a un
apersona que muere a la edad de 33 años, nacida en una familia
muy pobre, que a los veinte años ingreso, tras muchos esfuerzos, en
la Congregación de la Madre de Dios de la Misericordia, y de la
que se sabe su vida no fue nada fácil.
Muy pocas religiosas de la comunidad tuvieron conocimiento de
las experiencias místicas extraordinarias de Sor Faustina. Incluso,
algunas hermanas la consideraban medio loca: “Cierta hermana
me persigue continuamente sólo porque Dios se relaciona conmigo
tan estrechamente. A ella le parece que todo lo dentro de mí está
fingido. Lo ha comentado a otras hermanas y siempre en el sentido
negativo, difundiendo, más bien la opinión de que se trata de una
medio loca”. (1527)
Fue Dios quien escogió a Faustina Kowalska. Ella lo consigna en el
Diario, por ella escrito: “Elegida mía, te colmaré con gracias aún
mayores para que seas testigo de Mi infinita misericordia por toda
la eternidad”. (400)
“Tú eres testigo de Mi misericordia, por los siglos estarás delante de
Mi trono como un vivo testigo de Mi misericordia”. (417)
“Siento muy bien que mi misión no terminará con mi muerte, sino
que empezará. A las almas que dudan les descorreré las cortinas
del cielo para convencerlas de la bondad de Dios… Dios es Amor y
Misericordia”. (281)
Pero ¿Cuál fue el precio que ella tuvo que pagar, como sierva inútil
de que habla el evangelio?
En más de una ocasión le tocó sufrir física y espiritualmente. Y ese
fue su precio, guardado en secreto: “Mis sufrimientos los uní a los
sufrimientos de Jesús y los ofrecí por mí y por la conversión de las
almas que no confiaban en la bondad de Dios”. (323)