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Pontificia Universidad Católica de Puerto Rico

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Mc Corvey al Tribunal Supremo de los Estados Unidos dio a las

mujeres americanas el derecho de abortar.

Hoy cada mañana, Norma Mc Corvey enciende la cafetera, da

gracias a Dios por el nuevo día y le pide fuerzas para su campana

contra “Roe vs. Wade” que fue la sentencia que legalizó el aborto

en Estados Unidos.

Norma Mc Corvey es, en realidad Jane Roe, la mujer que, bajo este

seudónimo, protagonizo en los años 70 el celebre caso ante el

Supremo. Pero en 1995 se convirtió en la heroína de las

antiabortistas al arrepentirse de lo que había hecho.

Su biografía es el fiel reflejo de una familia despedazada,

abandonada por su padre, maltratada por su madre y humillada

por sus maestros. A los 16 años se caso con un obrero que la

vapuleó en cuanto se quedo embarazada. Durante años Norma

siguió dando tumbos. Coleccionó amantes de ambos sexos, se

enganchó a las drogas y al alcohol e intentó suicidarse en más de

una ocasión. En 1967 tuvo una segunda hija que la dio en

adopción y el 1969 tuvo la tercera, que igualmente fue adoptada.

Fue después de haber dado a luz a su tercera hija, cuando se

encontró con dos jóvenes abogadas en una pizzería de Dallas, y así

surgió Roe vs. Wade el caso más polémico que jamás ha fallado el

Tribunal Supremo de Estados Unidos.

Norma les pareció la presa perfecta: joven, desempleada, de

escasos recursos. Y bajo el pseudónimo de Jane Roe llevaron el

caso al tribunal que terminó aprobando por siete votos contra dos

la legitimidad del aborto.

Desde 1995, el año de su conversión, Norma es una de las más

fervientes militantes contra la ley que lleva su seudónimo. Ella

confesará que fue presionada y llevada a declarar en contra de la

verdad. Y a partir de 1995 se convierte en acérrima opositora del

aborto y en ferviente defensora de la vida.

El segundo es otro testimonio no menos espeluznante. Es el de un

médico abortista. “Tuve mi primera experiencia con el aborto, en la

universidad, - cuenta -. Mi novia se quedó embarazada, y nos

parecía imposible casarnos. Mi padre me dio dinero para pagar el

aborto. Ella estuvo a punto de morir. Años después, otra novia mía

quedo embarazada. Ella no quería abortar; pero yo la persuadí.

Quería el mejor abortista. Y este era yo: lo hice y así ejecute a mi

propio hijo, fríamente, sin sentimiento, otro procedimiento quirúrgico