Pontificia Universidad Católica de Puerto Rico
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más para mí”.
Quien así se expresa es el Dr. Bernard Nathanson, médico judío
especializado en ginecología, que había renunciado a su fe,
“asesino de masas” y responsable de la muerte de 75,000 niños
inocentes -como él mismo se califica. De hecho dirigía la mayor
clínica de occidente, en Nueva York con 35 médicos a su cargo y
85 enfermeras, en la que se practicaban un promedio de 120
abortos diarios.
Hoy este médico arrepentido de su pasado y convertido al
catolicismo, es un ardiente defensor de la vida. El Dr. Nathanson ha
tenido el valor de reconocer que “todo se basaba en una gran
mentira, la mentira de que la persona en el vientre materno no vale
nada… nuestro interés se centraba en la mujer, no en el bebé”.
Años más tarde cambió: “Por primera vez pudimos estudiar al ser
humano en el vientre y descubrimos que no era distinto de nosotros:
comía, dormía, bebía líquidos, soñaba, se chupaba el dedo, igual
que un niño recién nacido. La verdad era que esto era un ser
humano con dignidad, dada por Dios, que no debería ser destruido
o dañado”.
Si he traído estos testimonios es para reafirmar la dignidad humana,
y cómo dos abortistas, que se han distinguido por favorecer en un
momento determinado el aborto, finalmente han admitido su error
y han confesado la verdad. La verdad es que el feto es un ser
humano con dignidad, dada por Dios, que no debe ser destruido o
dañado; según confesión del que tuvo que realizar más de 70,000
abortos para convencerse de que un niño en el vientre materno es
un ser humano con dignidad, dada por Dios.
Y para animar a las madres embarazadas a que si en algún
momento llegaran a vacilar, no duden en acudir a pedir fuerza y
ayuda a San Ramón Nonato, ejemplo de tenacidad, de caridad y
de entrega a los demás y por los demás.
Que San Ramón Nonato les ayude a nacer a la vida de este
mundo, y a nacer a la vida del Espíritu Santo.