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Pontificia Universidad Católica de Puerto Rico

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hasta que uno de sus compradores le ayudó a regresar a Francia,

donde descubrió su vocación definitiva, al ver no sólo la pobreza

material en la que muchos vivían, pero también la pobreza

espiritual de las clases altas, lo que lo lleva a fundar la

Congregación de la Misión o la Comunidad de los Padres

Vicentinos y la Congregación de las Hermanas de la Caridad.

Los pobres son mi peso y mi dolor, solía repetir Vicente. A sus

puertas se repartía diariamente comida a todos los que acudían.

¿Cuál era en realidad el secreto para que amase tanto a los

pobres? Su respuesta no se deja esperar: Nosotros no debemos

estimar a los pobres por su apariencia externa o su modo de vestir,

ni tampoco por sus cualidades personales, ya que, con frecuencia,

son rudos e incultos. Por el contrario, si consideráis a los pobres a la

luz de la fe, os daréis cuenta que representan el papel del Hijo de

Dios, ya que Él quiso también ser pobre… El secreto no es otro que

ver a Jesús en la persona de los pobres. Que lo que se hace con los

pobres es como si se hiciera con Jesús.

San Vicente de Paúl, cuya vida amplia y extensa asombró ya en su

tiempo a toda Francia, es de esos santos que convencen, más que

por las enseñanzas de sus palabras, por el testimonio de su vida. Se

le puede comparar hoy a Madre Teresa de Calcuta, mujer que ha

convencido más por su vida que por sus dichos.

Y esto es precisamente lo que necesita el mundo de hoy, no

predicadores, sino testigos.

Nadie mejor que el mismo santo puede decirnos lo que significan

los pobres para él, pues llega a preferir el servicio a los pobres a

todo. Podemos leer en uno de sus escritos: “El servicio a los pobres

ha de ser preferido a todo, y hay que prestarlo sin demora… Y no

tengáis ningún escrúpulo o remordimiento de conciencia si, por

prestar algún servicio a los pobres, habéis dejado la oración, pues si

dejáis la oración para acudir con presteza en ayuda de algún

pobre, recordad que aquel servicio lo prestáis al mismo Dios”.

¿De donde era que Vicente de Paúl sacaba fuerzas y energías

para poder llevar a cabo la obra que había iniciado?

Sin temor a equivocarme, y como reza la oración de las ofrendas,

fue de la Eucaristía, del sacrificio de la Misa, de la que hizo el

centro de su vida espiritual. “Oh digna y admirable institución que

sobrepasa la capacidad del entendimiento humano” exclama el