Pontificia Universidad Católica de Puerto Rico
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“Cada año la Cuaresma ofrece una ocasión providencial para
profundizar en el sentido y el valor de ser cristianos, y estimula a
descubrir de nuevo la misericordia de Dios para que también
nosotros lleguemos a ser más misericordiosos con nuestros
hermanos”.
Estas palabras que acabo de leer, forman parte del mensaje para
la Cuaresma de 2008 del Papa Benedicto XVI, dirigido a los
católicos del mundo entero.
He querido iniciar la homilía con estas palabras porque marcan un
hilo conductor a seguir durante el tiempo de Cuaresma que hoy
iniciamos, en el abierto Campus de la Pontificia Universidad
Católica de Puerto Rico, de Ponce, con esta Eucaristía y el rito de la
imposición de la ceniza sobre nuestras cabezas.
En primer lugar el Papa invita a profundizar en el sentido y valor de
ser cristianos. Nos invita a reflexionar y a profundizar en la vida
cristiana por la que somos constituidos en hombres y mujeres
cristianos. A tomar conciencia de nuestra vocación cristiana.
Me vienen a la mente aquellas palabras de San León Magno
cuando decía en una de sus homilías del día de Navidad:
“recuerda, oh cristiano, tu dignidad”. Porque de esto es de lo que
se trata, de descubrir, de tomar conciencia de nuestra dignidad y
de nuestra identidad cristiana. Un día fuimos regenerados por
medio de las aguas bautismales a una vida nueva, a la vida del
Espíritu por la gracia y fuimos constituidos en hijos de Dios.
Arrebatados de las garras del demonio, fuimos elevados a la
dignidad de hijos de Dios. Muertos al pecado, renacimos a la vida
nueva, según la gracia de nuestro Señor Jesucristo. De la muerte
pasamos a la vida. De las tinieblas fuimos transportados al reino de
la luz. Destruido el hombre viejo según la carne, fuimos revestidos
del hombre nuevo según el Espíritu.
El rito de la imposición de la ceniza que iniciaremos en breve, viene