Pontificia Universidad Católica de Puerto Rico
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precisamente a recordarnos nuestra condición pecadora, y nuestra
condición creatural. Nos recordará que somos criaturas: Acuérdate
que eres polvo y al polvo has de volver. “acuérdate que vienes del
polvo y en polvo te volverás”
Pero al mismo tiempo no hará un llamado a la conversión:
“arrepentíos y creed en el evangelio”, se dirá igualmente al
imponérsenos la ceniza, haciéndose eco de aquellas palabras de
Jesús”: “Ha llegado el Reino de Dios, arrepentíos”.
Cada año, la Iglesia, la liturgia, nos invita a recorrer el largo camino
cuaresmal, que nos lleva desde la realidad cruda de nuestra
creaturalidad y pecaminosidad, en la que reconocemos que
somos criaturas y pecadores, hasta la celebración de la Pascua
que nos salva, rompiendo las cadenas del pecado y de la muerte,
la celebración del misterio de la pasión, muerte y resurrección de
Cristo.
Un largo camino de renovación interior, de transformación
profunda y cambio sincero. Estábamos muertos por nuestros
pecados y Cristo nos perdonó nuestras faltas. Es camino de la
muerte a la vida; del pecado a la gracia; del egoísmo al amor; de
las tinieblas a la luz; de la mentira a la verdad; de la maldad al
bien; del hombre viejo al hombre nuevo; del hombre carnal al
hombre espiritual.
San Pablo les decía a los fieles de Éfeso estas palabras que
considero de mucha actualidad, que a mi entender recogen el
significado que tiene la cuaresma:
“Os digo, pues, y con insistencia os invito en el Señor, a que no
viváis como hacen los paganos. Estos porque no tienen la luz de su
mente, se dejan guiar por juicios falsos. El endurecimiento interior les
impide recibir la verdad y compartir la vida de Dios”.
¿No es éste, acaso, el retrato de muchos que nos llamamos
cristianos? Qué difícil se hace llevar una vida cristiana. Cuántas
veces nuestro endurecimiento interior nos impide recibir la verdad y
compartir la vida de Dios.
De ahí que San Pablo les diga a los efesios: “Tenéis que dejar
vuestra anterior manera de vivir, el “hombre viejo”, cuyos deseos
falsos llevan a la propia destrucción. Tenéis que renovaros en lo más
profundo de vuestra mente, por la acción del Espíritu, para