Pontificia Universidad Católica de Puerto Rico
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eucaristía no puede llevar una vida cristiana plena.
San Juan nos ha transmitido palabras del mismo Jesús: "Mi carne es
verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. El que come
mi carne y bebe mi sangre habita en Mí y yo en Él".
Y esta fue la fe de las primeras comunidades cristianas. Cada vez
que se reunían en torno a la Eucaristía, lo hacían con el
convencimiento de que allí revivían la muerte y resurrección de
Jesús y de que comiendo aquel pan y bebiendo aquel vino, se
unían personalmente con Él, con Jesús, ya que estaban
convencidos de que comían su cuerpo y bebían su sangre.
Cada domingo los cristianos somos convocados para celebrar la
Eucaristía. Muchos responden y no fallan, otros van de vez en
cuando, otros casi nunca. Si nos preguntásemos el porqué de estas
distintas maneras de actuar, sin duda las respuestas serían muy
variadas, como variadas serían si preguntásemos ¿qué es la
Eucaristía? o ¿qué impacto tiene para mí la Eucaristía?
Posiblemente no valoramos como es debido este don singular, la
presencia muy especial de Jesús en el sacramento de la eucaristía,
de la que dice el Papa Pablo VI: "Se llama 'real', no por exclusión,
como si las otras no fueran 'reales', sino por antonomasia, por
excelencia, ya que por ella se hace presente Cristo, Dios y hombre,
entero e íntegro".
Presencia real por antonomasia, ha dicho el Papa. Esto debiera
bastamos para caer de hinojos, de rodillas, a los pies de la
Eucaristía.
Jesús puede estar presente de otros modos o maneras: cuando dos
o más se reúnen en su nombre; por medio de su palabra; cada vez
que se proclama la palabra de Dios, Jesús, se hace presente entre
nosotros; en la oración; pero la presencia por excelencia es sin
duda, la presencia sacramental.
Por lo que verdaderamente podemos decir con Juan Pablo II "La
Eucaristía es 'Mysterium fidei' misterio que supera nuestro
pensamiento y puede ser acogido sólo en la fe". "La fe te lo
asegura, aunque los sentidos te sugieran otra cosa" escribe San
Cirilo de Jerusalén".
Santo Tomás de Aquino nos dice en la lectura del oficio Divino de
este día que: "a fin de que guardásemos por siempre jamás en