Pontificia Universidad Católica de Puerto Rico
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pequeñas cosas que suceden a diario.
Podemos dar gracias por el don de la vida, por el regalo de la
inteligencia, por la salud, por la vida. Pero hay realidades por las
que debemos dar gracias a Dios sobre todo: por el don de la fe,
por la gracia, por el agua del bautismo, por ser hijos de Dios, por el
regalo de la creación, por el misterio de la redención… y
podríamos continuar la lista.
Hay dos maneras de agradecer: De ellas ha dejado constancia el
Evangelio en la parábola del fariseo y del publicano: un modo de
agradecer farisaico, egoísta, que más que una acción de gracias
es un recuento de las propias excelencias, y un modo de
agradecer cristiano, que nace de un corazón magnánimo y
generoso, capaz de escuchar la voz doliente de la humanidad y
de sentirse hermano con sus hermanos los hombres.
Para dar gracias hay que amar, hay que ser capaces de amar. Dar
gracias sin amor no es dar gracias. Amar sin dar gracias no es amar.
Es necesario saber darse a si mismo. No hay verdadera Acción de
Gracias si no hay entrega de uno mismo a Dios y al prójimo. El
egoísmo es el mayor enemigo de la acción de gracias. El hombre
egoísta es incapaz de agradecer a los demás. Su egoísmo es su
propia condena. Si todos fuésemos agradecidos unos con otros, la
vida sería más bonita y llevadera. Todos los días serian días de
Acción de Gracias.
Para dar gracias no se necesita ser letrado o rico, ni siquiera saber
hablar en público. Basta considerar a los demás como hermanos y
poseer un corazón misericordioso y magnánimo como el de Dios. Y
es que el agradecimiento es expresión del amor y de la caridad y
tiene su fundamento en Dios, amor infinito y eterno. Por lo que más
estará el ser humano en condiciones de dar gracias a Dios y a los
hermanos, en cuanto más arraigado esté el cristiano en Dios.
A todos, un feliz Día de Acción de Gracias, en cristiano.