Pontificia Universidad Católica de Puerto Rico
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Estamos en el segundo domingo de Aviento. En el domingo anterior
el Señor nos exhortaba a la vigilancia. De acuerdo con la liturgia, y
tal como explicábamos el pasado domingo, adviento, que significa
venida, llegada, se refiere a dos venidas de Jesús. La primera, la
que aconteció en Belén de Judá hace más de dos mil años, y la
segunda la que tendrá lugar al final de los tiempos, cuando Jesús
vendrá, revestido de poder y majestad, para implantar la justicia
sobre el mundo.
De esta segunda venida, nadie sabe ni el día ni la hora. Sólo lo
sabe el Padre que está en los cielos y no lo ha querido revelar. No
hay que dar fe a los falsos profetas o agoreros. Han fallado todas
las predicciones. Por lo que tampoco hay que hacer caso a los
agoreros que anuncian el fin del mundo en el año 2012. Nadie sabe
ni el día ni la hora. Es más sabio seguir el consejo que nos daba
Jesús en el evangelio del domingo: "Estad preparados: porque a la
hora que menos penséis vendrá el Hijo del Hombre".
Al recordarnos esta segunda venida, el adviento invita a estar
preparados, a mantenernos alerta, despiertos, vigilantes, y como
aconseja San Pedro en su segunda carta (2 Pt. 3,10), mientras
"esperáis estos acontecimientos, procurad que Dios os encuentre
en paz con Él, inmaculados e irreprochables".
San Bernardo habla de una tercera venida. "Además de la primera
y de la última, hay, dice, una venida intermedia. Aquéllas son
visibles, pero ésta no... La Intermedia, en cambio, es oculta, y en
ella sólo los elegidos ven al Señor en lo más íntimo de sí mismos, y así
sus almas se salvan... Y para que nadie piense que es pura
invención lo que estamos diciendo de esta venida intermedia, oídle
a él mismo: El que me ama – nos dice - guardará mi palabra y mi
Padre lo amará, y vendremos a él."
Estoy con San Bernardo. Pobre sería el Adviento, si sólo sirviese para
recordarnos la primera venida de Jesús al mundo, y saber que ha
de volver al final de los tiempos; pero ninguna mella deja en