Pontificia Universidad Católica de Puerto Rico
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para esa segunda venida, y de mantenerse despiertos, alerta,
vigilantes, viviendo con sobriedad y sin excesivas preocupaciones
terrenas.
A esta segunda venida se refiere San Pedro en su segunda carta (2
Pt. 3,10) cuando repitiendo lo que Jesús dice en el evangelio que
“el día del Señor llegará como un ladrón”, concluye: “Por tanto,
queridos hermanos, mientras esperáis estos acontecimientos,
procurad que Dios os encuentre en paz con Él, inmaculados e
irreprochables”.
Les diré más, el cristiano, el buen cristiano, el que vive
cristianamente, no tiene que tener ningún temor ante la llegada del
fin del mundo, ni ante los cataclismos apocalípticos que
aparentemente acompañaran la segunda venida del Señor, pues
vendrá precisamente a implantar la justicia, a castigar a los malos,
y premiar a los buenos. No tiene que tener miedo a la policía el que
va bien, el que va por el carril correcto y conduce a la velocidad
permitida, sino el que quebranta las normas de transito. No tiene
que temer el que no roba y no mata, sino el que roba y mata.
Yo diría que la vigilancia, el estar en vela, es una de las actitudes y
disposiciones que caracterizan o deben caracterizar el tiempo de
adviento, aunque esta actitud la debemos mantener siempre. La
parábola de las diez vírgenes, las cinco prudentes y las cinco
necias, viene a confirmar que hay que estar siempre preparados.
El evangelio es una llamada a una vigilancia continua. Para
transmitir este mensaje Jesús usa tres cuadros:
El primero es el de la humanidad en la época de Noé: Los hombres
vivían preocupados solo en gozar de su vida placentera: la gente
comía, bebía y se casaba, hasta cuando el diluvio llego y los cogió
de sorpresa y desprevenidos.
El segundo cuadro habla de los trabajos de la vida cotidiana:
pueden llevarnos a descuidar la preparación de la venida del
Señor.
El tercer cuadro expone el ejemplo del dueño de una casa que se
duerme y deja que un ladrón robe en su casa.
En resumen, lo que Jesús nos quiere decir es que no dejemos que
las preocupaciones de este mundo nos absorban de tal modo que
perdamos de vista venida de Jesús.