Pontificia Universidad Católica de Puerto Rico
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La Navidad no podemos celebrarla como un aniversario familiar o
como un recuerdo de algo que ocurrió y que no queremos olvidar.
La liturgia hace de la Navidad una realidad actual. Es un misterio
que se actualiza. Lo diré en otras palabras, es como si se dijese que,
en lugar de hace alrededor de dos mil años nació Jesús en Belén
de Judá, se dice: Hoy ha nacido en la ciudad de David, Jesús.
Nació, es verdad, hace 2000 años; pero hoy Jesús vuelve a nacer.
La Liturgia actualiza el nacimiento de Jesús. El altar se convierte en
"pesebre", y en la Eucaristía Dios se hace visible, y en ella se vuelve
a repetir el misterio que tuvo lugar en Belén.
Isaías en uno de los textos más exultantes, anuncia el nacimiento
de un niño destinado a ser rey e implantar la paz y la justicia. El
texto entero rebosa de un tono alegre y festivo. Todo cambiará: la
luz brilla en medio de las tinieblas, los enemigos son vencidos. El
Niño tiene unas características especiales: admirable, Dios eterno,
Consejero, Príncipe de la Paz.
Si ya en el Adviento la Iglesia invitaba a la alegría, "porque el Señor
está cerca", nos decía San Pablo, ¿cuánta no ha de ser la alegría
que a todos nos debe invadir en este día de Navidad, que ya ha
nacido el Niño Dios?
Lo que en el Adviento es anuncio y esperanza, en la Navidad es ya
realidad y gracia. El Dios vendrá, del Adviento, en Navidad es el
Dios con nosotros. Adviento era promesa. Navidad es
cumplimiento. El Adviento era súplica, lo que en Navidad se hace
liberación. Adviento es tiempo de espera, Navidad es tiempo sin
término, actualización y presencia del Misterio del Dios hecho
hombre, Palabra hecha carne, reconciliación de lo humano con lo
divino. Navidad es manifestación de la ternura de Dios, es el Niño
en la cuna, más tarde convertida en cruz, es el hijo de María y
madre nuestra. Navidad es el niño que llama a la puerta, Navidad
es Jesús.
El Papa San león Magno nos ha dejado en uno de sus sermones