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Pontificia Universidad Católica de Puerto Rico

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Los creyentes, los cristianos, y los católicos en particular, nos hemos

ido formando y haciendo nuestra propia imagen de Dios,

condicionados por lo que senos ha explicado en la catequesis, en

la escuela o en el colegio, en la casa, en la iglesia, o a través de la

predicación, pero siempre el resultado es incompleto. La realidad

es que todas estas imágenes que nos hacemos de Dios son

imperfectas y deficientes y como que las vamos adaptando a

medida que tenemos mayor conocimiento o vivencia de la fe.

No era de esperar otra cosa, desde el momento que San Juan

advierte clara y rotundamente en su evangelio que a

Dios no lo ha

visto nadie jamás

. Y es el mismo evangelista el que nos dice que

Jesús, el hijo de Dios es quien lo ha dado a conocer. Recordemos

aquella escena en la que Jesús les dice a los apóstoles: “Ya sabéis

el camino para ir a donde yo voy”. A lo que Tomás contestó:

“Señor, no sabemos adónde vas, ¿Cómo vamos a saber el

camino?” Entonces Jesús contesto: “Yo soy el Camino, la Verdad y

la Vida. Nadie va al Padre sino por mí. Si me conocierais a mí,

también conocierais a mi Padre”. En ese momento interviene Felipe

diciéndole a Jesús: “Señor, muéstranos al Padre”, a lo que Jesús le

responde: “El que me ha visto a mi, ha visto al Padre”. De lo que

podemos concluir que en ninguna parte Dios nos muestra su rostro

como en Jesús. Dios se nos ha revelado en Jesús. Dios nos ha dicho

cómo es, encarnándose en Jesús.

Hay quien dice que cree en Dios, pero no en Jesús. El que así dice,

no cree en Jesús, pero tampoco cree en Dios. Porque sólo

podemos conocer a Dios, a través de Jesús, en quien se nos ha

revelado. Quien ignora a Jesús corre el riesgo de alejarse del Dios

verdadero. Por eso es urgente recuperar la humanidad de Jesús.

Es lo que trata de mostrar San Juan en el Prólogo de su evangelio,

prólogo que se lee en la misa del Día de Navidad, en la Misa del 31

de diciembre y en la misa de hoy, segundo domingo de Navidad.

Lo que hace Juan en el Prólogo es describir el origen de la Palabra,

o séase del Verbo, del Hijo, en la eternidad de Dios, y el plan de

salvación que Dios ha trazado para el hombre. Esta presentación

de Jesús-Palabra la hace en tres pasos:

En el primero, (vv. 1-5) habla de la

preexistencia

de la Palabra, en

comunión de vida con Dios: “En el principio ya existía la Palabra. La

Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios… En ella estaba

la vida y la vida era la luz de los hombres”.