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Pontificia Universidad Católica de Puerto Rico

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El segundo paso es la

venida-histórica de la palabra entre los

hombres

(vv. 6-13), de cuya luz fue testigo el Bautista: “Vino un

hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan. Este vino como

testigo… No era él la luz, sino testigo de la luz.

“La palabra era la luz verdadera, que con su venida al mundo

ilumina a todo hombre… Vino a los suyos, pero los suyos no la

recibieron.

Esta luz pone al hombre ante la alternativa de aceptarla o

rechazarla. Sólo a quien la acoge le da la facultad de ser hijo de

Dios. Filiación que no tiene su origen en la carne ni en la sangre, es

decir, no es de procedencia humana: “A cuantos la recibieron, a

todos aquellos que creen en su nombre, les dio poder para ser hijos

de Dios. Estos son los que no nacen por vía de generación

humana… sino que nacen de Dios”.

Y el tercer paso,

la encarnación de la palabra

. Esta Palabra que

había entrado en la historia con la creación: “Todo fue hecho por

ella y sin ella nada de cuanto llego a existir” (v.3) “…pero el mundo,

aunque fue hecho por ella no la reconoció” (v.10). Ahora viene a

morar entre los hombres con su presencia activa; “Y el Verbo se

hizo carne, y habito entre nosotros”. (v.14). Se ha hecho carne en la

debilidad, fragilidad e impotencia del rostro de Jesús de Nazaret

para mostrar el amor infinito de Dios. En todo semejante a nosotros,

dirá San Pablo, menos en el Pecado. En Él la humanidad creyente

puede contemplar la gloria de Dios (v.16). Dios se hace visible para

poderle contemplar. Hasta ahí llega el amor infinito de Dios. ¿Podía

el hombre soñar algo semejante? ¿Podía el hombre pensar tan

siquiera la posibilidad de que Dios se hiciera hombre?

Ahí está la respuesta de quien es Jesús, el Verbo, La Palabra de

Dios, el Hijo eterno del Padre, que se ha encarnado, que ha

asumido la naturaleza humana, sin perder la gloria de su divinidad,

para salvar al hombre, por puro amor.

Se encarnó para salvar al hombre, y elevar al hombre a la dignidad

de hijo de Dios. Dios se hace hombre para que el hombre se haga

hijo de Dios. Hijo en el Hijo. Hijos por adopción.

Refiriéndose a la dignidad de hijos de Dios, a la que Jesús, el Verbo

encarnado, la Palabra hecha carne ha querido elevar al hombre,

decía San León Magno, Papa: “Reconoce, cristiano, tu dignidad y,

puesto que has sido hecho participe de la naturaleza divina, no

pienses en volver con un comportamiento indigno a las antiguas