Pontificia Universidad Católica de Puerto Rico
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sobre la Navidad este hermoso testimonio, que no ha perdido
actualidad: "Hoy, queridos hermanos, ha nacido nuestro Salvador,
alegrémonos. No puede haber lugar para la tristeza, cuando
acaba de nacer la vida, la misma que acaba con el temor de la
mortalidad y nos infunde la alegría de la eternidad prometida...
Pues el Hijo de Dios, al cumplirse la plenitud de los tiempos,
establecidos por los inescrutables y supremos designios divinos,
asumió la naturaleza del género humano para reconciliarla con su
Creador... estando nosotros muertos por los pecados, nos ha hecho
vivir con Cristo, para que gracias a Él, fuésemos una nueva criatura,
una nueva creación." "Reconoce, cristiano tu dignidad", concluye
el Papa.
Y escuchemos igualmente a San Agustín: "Despiértate, Dios se ha
hecho hombre por ti. Despierta, tú que duermes, levántate de entre
los muertos y Cristo será tu luz. Por ti, precisamente, Dios se he
hecho hombre". "Celebremos con alegría el advenimiento de
nuestra salvación y redención. Celebremos el día afortunado en el
que quien era el inmenso y eterno día, descendió hasta este día
tan breve y temporal".
Alegría desbordante es el grito unánime que resuena, y alegría
desbordante debemos sentir los cristianos, porque ha nacido Jesús.
Navidad es la cita que Dios nos da para encontrarnos con Él.
Encuentro en el que es Dios quien toma la iniciativa, descorriendo
el velo del misterio.
El nacimiento de Jesús es el trueque admirable entre lo divino y lo
humano, en el que el Hijo de Dios se reviste de la naturaleza
humana, y el hombre entra a ser parte de la familia de los hijos de
Dios.
La mejor actitud que debiera brotar en el cristiano es la
contemplación del Misterio. El nacimiento del Hijo de Dios, más que
explicación, pide contemplación, a ejemplo de María, que
guardaba todas estas cosas en su corazón y las meditaba, y
dejarnos inundar por su luz, la luz de la Navidad que todo lo ilumina
y genera en nosotros alegría desbordante y paz plena, que nacen
del amor que Dios tiene al hombre.
Hay algo en el prólogo de San Juan, que hoy hemos leído, que es
preocupante, cuando habla de la Palabra eterna de Dios y dice
que era la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a
este mundo, que estaba en el mundo, y a pesar de que el mundo