Pontificia Universidad Católica de Puerto Rico
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debe tener la Acción de gracias del hombre a Dios, de la criatura
al creador, de cristiano al Padre que está en los cielos.
La oración oficial que rezan los sacerdotes, el Oficio divino,
concluye los salmos con el “gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu
Santo”, como expresión de alabanzas y de acción de gracias.
En el Evangelio de Lucas se narra la curación de diez leprosos
(Lc.17, 11-19) de los cuales sólo uno regresó a dar gracias al Señor
por haberlo curado, y era extranjero, samaritano. Los otros nueve
que eran judíos, no regresaron donde Jesús. Puede ser un aviso
para muchos cristianos que nos acostumbran a dar gracias a Dios.
No solemos los cristianos, los católicos, pecar por dar gracias a Dios,
o mejor, si damos gracias, son casi siempre gracias “interesadas”,
por algún beneficio que senos ha dispensado. Muy pocas veces,
me atrevería a afirmar, son desinteresadas, o son gracias a Dios por
ser Él quien es.
La acción de gracias, por ejemplo, brota continuamente del
corazón del Apóstol Pablo, como expresión de su ser cristiano, en
todas sus cartas. La acción de gracias debería brotar también,
espontáneamente, del hombre cristiano y del bautizado como
algo que le es propio y natural.
¿A quien debemos dar gracias? Es obvio que a quien en primer
lugar debemos dar gracias a Dios, autor y fuente de todo bien, y
por ser quien es: “Por tu inmensa gloria te alabamos, te
bendecimos, te glorificamos, te damos gracias”.
Pero también a todas aquellas personas con las que convivimos y
que son parte de nuestro quehacer diario. Tenemos las mil y una
ocasiones para decir y dar gracias.
Nuestra vida esta llena de pequeñas cosas, que resultan grandes
cuando se saben mirar con los prismáticos del agradecimiento. No
hay cosas pequeñas si el agradecimiento es grande. No hay vida
vacía si se le encuentra en el sentido para dar gracias a Dios y a los
hermanos, al prójimo.
Pequeñas cosas como dar gracias por el sueño reparador, por el
periódico fiel a la cita, por el barrendero que limpió la calle, por el
ramo de flores, por el café, por la hamburguesa, por la pasta de
dientes, por el agua refrescante, por la sonrisa del niño, por la lluvia,
por los campos, por los ríos, por las montanas, por el saludo del
anciano, por la noche apacible, por el cielo estrellado, y tantas