Pontificia Universidad Católica de Puerto Rico
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nosotros la memoria de tan gran beneficio, dejó a los fíeles, bajo la
apariencia de pan y de vino, su cuerpo, para que fuese nuestro
alimento, y su sangre, para que fuese nuestra bebida". "Nadie es
capaz, prosigue Santo Tomás, de expresar la suavidad de este
sacramento, en el cual gustamos la suavidad espiritual en su misma
fuente y celebramos la memoria del inmenso y sublime amor que
Cristo mostró en su pasión".
Hay algo que no debe pasar inadvertido y que nos debiera llevar a
apreciar más la Eucaristía, además de la presencia real de Jesús
entre nosotros, que ya sería suficiente para estar eternamente
agradecidos. Es el carácter sacrificial de la eucaristía, ya que a
través de la eucaristía "La Iglesia vive continuamente 'el sacrificio
redentor' de Jesús, en un contacto actual, puesto que este
sacrificio se hace presente, perpetuándose sacramentalmente en
cada comunidad que lo ofrece por manos del ministro
consagrado". "El sacrificio de Cristo y el sacrificio de la Eucaristía son
un único sacrificio". "La Misa hace presente el sacrificio de la Cruz...
el único y definitivo sacrificio redentor de Cristo se actualiza siempre
en el tiempo". En otras palabras, en la misa, en la eucaristía, se
hace presente el sacrificio único de la Cruz, No es repetición. Jesús
murió una vez, y no vuelve a morir cuando celebramos la Eucaristía.
Lo que quiere decir, que cada vez que celebramos la eucaristía,
hacemos memoria, hacemos el memorial, volvemos a hacer
presentes la muerte y la resurrección de Jesucristo. No como si
aquellos hechos volviesen a suceder como entonces. Sino que la
vivencia de lo que entonces ocurrió, la fuerza y la gracia que allí
acontecieron, vuelven a ser realidad para nosotros. A los que no
tuvimos la oportunidad de estar presentes en el sacrificio cruento
de Cristo en la Cruz, se nos brinda la gran oportunidad de estarlo en
el sacrificio incruento sacramental.
Escribía muy bien Juan Pablo II con motivo de la celebración del
cincuentenario de su sacerdocio, "mis ojos se han fijado en la hostia
y el cáliz en los que, en cierto modo, el tiempo y el espacio se han
'concentrado' y se ha representado de manera viviente el drama
del Gólgota, desvelando su misteriosa 'contemporaneidad'.
Lo hemos dicho, la Eucaristía es
presencia
de Jesús, es
sacrificio;
pero es además, comunión y
alimento
espiritual: presencia,
sacrificio, banquete.
La Eucaristía crea comunión y educa a la comunión. Los que
comen el mismo pan y beben el mismo cáliz comen y beben del
mismo Espíritu de Jesús, espíritu de fraternidad y de unidad. Cristo