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discurso de aceptación de doctorado honoris causa del dr. manuel maceiras fafián

Kepler, Galileo y Newton, todavía en un contexto creyente.

Pero el germen cristiano está presente en los movimientos

que configuran la Ilustración desde mediados del siglo XVIII,

y en las formulaciones más aparentemente antirreligiosas o

radicalmente materialistas de los siglos XIX y XX. En ellos se

consolida el concepto de “Derechos Humanos” que, en su fondo

y en su práctica, no son sino la extensión política y social de las

exigencias del respeto a la vida y a la dignidad de las personas,

pivote de la moral cristiana. Es un tópico, pero a mi juicio cierto,

afirmar que “libertad, igualdad, fraternidad”, ideales del laicismo

ilustrado, no son sino la secularización de las exigencias prácticas

de la virtud teologal de la caridad. Véase, como confirmación,

la Ilustración francesa, de P. Bayle a Montesquieu. Y, en otro

contexto, la exaltación antropológica de Feuerbach y Nietzsche,

o el materialismo sociologista del propio K. Marx, se articulan a

partir de motivaciones cristianas, aunque invertidas y reducidas a

términos puramente temporales.

las exigencias sociales del cristianismo en la doctrina

pontificia

Sin ajustes de conveniencia, lo que he comentado sobre la influencia

de la cosmovisión cristiana en la historia social y cultural de occidente,

formulada desde una objetividad comprobable, ajena a toda creencia

religiosa, es asunto reiterado y encarecido por la doctrina pontificia.

Me parece oportuno evocarla, aunque en somera síntesis. Obligado

por la brevedad e invirtiendo la cronología, recordaré solamente tres

documentos de los tres últimos Papas, en los que se reitera el papel de

la fe cristiana en la comprensión y transformación de las realidades de

nuestro propio mundo.

En primer lugar, debe mencionarse la sugerente encíclica del Papa

Francisco,

Lumen fidei

, –

La luz de la fe

– (29, Junio, 2013). Me atrevo

a compendiar el fondo de su mensaje en la convicción según la cual

la fe permite percibir y profundizar, con eficaz lucidez, el sentido del

mundo y de las propias complejidades antropológicas. La fe es luz que

ilumina y favorece la agudeza de la mirada para apreciar con mayor

intensidad y profundidad el sentido de las realidades cosmológicas. Si

se me permite la expresión, la luz de la fe alcanza a horadar la corteza

del mundo para hacer más visibles sus esferas ocultas, esclarecer sus