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discurso de aceptación de doctorado honoris causa del dr. manuel maceiras fafián

la propiedad y el salario justo, con la demanda de instituciones

racionalmente éticas. (Cf. M. y Méndez, L., (Coord.)

Los Derechos

Humanos en su origen. La República Dominicana y Antón Montesinos

(2011): Sanesteban, Salamanca).

4) Interpretación histórica de la realidad.

En cuarto lugar, frente al

mundo circular griego,

la Revelación cristiana propone una visión

de la realidad articulada por una diacronía irreversible, tanto del

universo físico como de la existencia humana. Un sentimiento

griego generalizado, todavía muy vivo en Platón, entendía que

los seres nacen por necesidad natural y por la misma necesidad

mueren, retornando a la naturaleza de la que, por su nacimiento,

se habían desgajado (Anaximandro

, Fragmentos,

Diels,

12, B, 1)

Para la mentalidad cristiana, el tránsito temporal de los seres no

está encadenado a ciclos de eterno retorno

,

sino encaminado

hacia una realización teleológica que cada uno despliega de

modo irrepetible en el tiempo de su existencia y, en el caso del ser

humano, encuentra consumación en un estado definitivamente

eterno. Los seres humanos y su historia, en la cosmovisión

cristiana, son originarios e irrepetibles por una triple razón digna

de reconocimiento: un acto singular y personal de Dios les dio

origen; su historia es intransferible e inaplazable; su muerte es

personal y definitiva, pero esperanzada.

En este original contexto antropológico renovado por

el cristianismo, la muerte deja de pertenecer al ciclo de las

reencarnaciones o a los ritmos naturales en los que también

el ser humano participaba, incluso en el pensamiento griego

más depurado, y pasa a convertirse en

acontecimiento

ante Dios

.

No es, pues, trance o suceso absurdo, ni pena, ni condena..., ni

tampoco liberación de un castigo, sino momento en el que la vida

se desvincula de su condición histórica y temporal para adquirir

sentido “meta histórico” y “meta temporal”. De este modo, la

muerte se despoja del aspecto trágico, para adquirir caracteres

de expectativa, mejor, de comienzo y esperanza, difícilmente

comprensibles desde la temporalidad, pero plenamente

justificables contando con la eternidad de Dios.

La muerte adquiere, pues, el distintivo de acontecimiento

sagrado que inaugura una nueva época, porque cuando acaba

un tiempo, sin que sepamos cómo, otro empieza, aunque,