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pontificia universidad católica de puerto rico
teologal, incluye la fraternidad y la solidaridad horizontales
como obligación de ayuda y respeto a nuestro prójimo. En el
contexto cristiano, el prójimo no es una categoría sociológica,
sino el más necesitado, entre los más cercanos. Mentalidad que
imprimió cambios profundos en la valoración de la persona y en
el respeto exigido a su dignidad, muy alejados del discurso ético y
político grecolatino, incluso en las formulaciones más depuradas
de Platón y Aristóteles, así como en la legislación civil de la Roma
republicana.
A partir de la profesión de la filiación divina, el cristianismo
fue inspiración de profundo sentido humanista para la ética, la
política, la sociología y la economía posteriores, también en
ambientes no creyentes. No en vano un notable intelectual
de la llamada Escuela de Francfort, Karl Mannheim, desde
su neomarxismo ilustrado, reconoce que, aunque la idea del
amor fraternal no sea practicable en su plenitud, ni haya sido
históricamente la motivación esencial de muchos cristianos,
no por eso debemos dejar de reconocer su fuerza ideológica
porque ha influido profundamente en las convicciones políticas
y sociales occidentales, atrayéndolas progresivamente a prácticas
cada vez más humanitarias (Mannheim, K.,
Ideología y Utopía
(1973): Aguilar, Madrid, p. 198).
Desde un punto de vista estrictamente sociológico, no es
dudoso que Europa y América, no sólo tengan raíces cristianas,
sino que toda su configuración y desarrollo estén vinculados a la
expansión del cristianismo, desde los primeros siglos de nuestra
era en los países europeos, hasta las gestas misioneras en el Nuevo
Mundo. Las evidencias empíricas y la documentación histórica
demuestran hasta qué punto las sociedades fueron adquiriendo
un rostro más humano al ritmo de la penetración cristiana.
Ampliando las perspectivas, al trasluz de las legislaciones
de los estados democráticos actuales, aconfesionales o incluso
laicos, es bien perceptible la presencia de las huellas y de los
valores procedentes del cristianismo tradicional. Una mirada sin
prejuicios no tendrá dificultades en reconocer documentalmente
cómo, desde la antigüedad hasta nuestros días, es comprobable la
influencia cristiana en asuntos tales como el respeto a la vida y
a la libertad de las personas, el bien común, la función social de