Table of Contents Table of Contents
Previous Page  11 / 20 Next Page
Information
Show Menu
Previous Page 11 / 20 Next Page
Page Background

11

discurso de aceptación de doctorado honoris causa del dr. manuel maceiras fafián

Ni resultado de conjunciones azarosas o fragmentos dispersos en

las rotaciones del universo.

La consecuencia es quenuestras conductasno sedecantanpor

veleidosas ocurrencias de potencias superiores, porque la libertad

individual únicamente se doblega ante el dictamen inexorable

de decisiones autónomas. De este modo, el mundo de nuestras

vivencias no es escenario de comparecencias azarosas, capricho

de agentes ocultos, sino lugar de encuentro y coincidencia feliz

de seres que se reconocen fieles a un común denominador: el

de su identidad racional y moral. Por esa razón, las vicisitudes

humanas se despliegan como una trama trenzada dentro de

linderos singulares y personales que delimitan el campo de la

ética. De la cosmovisión cristiana, se concluye que

el valor ético

consiste en la responsabilidad de cada cual ante sí mismo, para

gestionar su propio proyecto biográfico, valiéndose de la fuerza

del libre albedrío para sobrepujar las coacciones pasionales,

implícitas e inexorables en un organismo tan complejo como el

humano. Esta visión personalizada de la responsabilidad, asimila

la ética al gesto capaz de rendir cuentas con seriedad, en primer

lugar, ante el tribunal de nuestra propia interioridad, lejos de la

actitud que la reduce a un haz de prescripciones puritanas: “Haz

esto, no hagas aquello”.

3) Interpretacióncomunitariadelaexistencia.

Entercerlugar,ladoctrina

cristiana es reincidente en vincular la persona individual a la de

sus semejantes, de tal modo que el concepto de pueblo, más tarde

el de sociedad, implica relaciones y compromisos interpersonales,

que van de los familiares a los políticos, por los cuales nacemos

integrados en relaciones de fraternidad, sociabilidad y trabajo. De

este modo, el concepto veterotestamentario “pueblo escogido”,

con tintes sociológicos más selectivos, adquiere la reformulación

evangélica de un universalismo humanista, según el cual todos

somos “hijos de Dios”, con la convicción de que los creyentes

forman un “cuerpo místico”.

A esta luz, se queda corta la interpretación de la vida

comunitaria en términos de estricta justicia. Y, en particular, se

rechaza cualquier interacción de las relaciones humanasmediadas

por el antagonismo, para traer a primer plano el valor supremo

de la caridad como práctica social que, en su dignidad de virtud