Pontificia Universidad Católica de Puerto Rico
15
liberarlas de las manchas del pecado que ya tienen. A Ella el
Redentor la preservó de mancharse el alma con el pecado,
mientras que a los demás el Redentor los libera de esa mancha de
pecado cuando ya la han contraído".
No me resisto a leerles este testimonio de Hugo de San Víctor, autor
de vida Espiritual: "El fruto declara qué tal es el árbol que lo produjo.
Si el fruto del vientre de la Virgen María fue Jesús, el totalmente
puro, el Inmaculado y Santísimo, así la Madre que lo engendró
debió ser totalmente pura, inmaculada y santísima. Sólo María fue
digna de ser Madre de tal Hijo, y sólo Jesús fue digno de ser hijo de
tal Madre".
A nadie extrañará por tanto que el Papa Pio IX proclamara como
dogma, el Dogma de la Inmaculada Concepción, el 8 de
diciembre de 1854, con estas palabras:
"Declaramos, pronunciamos y definimos que la doctrina que
sostiene que la Santísima Virgen María, en el primer instante de su
concepción, fue por singular gracia y privilegio de Dios
omnipotente en previsión de los méritos de Cristo Jesús, Salvador
del género humano, preservada inmune de toda mancha de
culpa original, ha sido revelada por Dios, por tanto, debe ser firme y
constantemente creída por todos los fieles". (Bula Ineffabilis Deus).
Cuando nos estamos preparando para la venida del Salvador,
María se nos muestra, en pleno Adviento, como modelo y símbolo
de toda la humanidad. María es modelo e icono de la humanidad
salvada, por Cristo, nacido de Ella, modelo e icono de la nueva
humanidad que Cristo ha venido a instaurar. María engendró a Dios
en su seno virginal; pero más allá de haber nacido Jesús de su seno
virginal, ella engendró a Jesús en el total acatamiento y
aceptación del amor y del plan de Dios: en el Hágase en mí, según
tu palabra, María se somete por entero a la voluntad del Señor.
María se dejó guiar por el Espíritu Santo y gracias al Espíritu Santo
engendró a Jesús; pero igualmente engendró a Jesús en el
cumplimiento perfecto de los designios divinos y sometimiento
perfecto a la voluntad del Padre: Aquel es mi madre y mis
hermanos, que cumple la voluntad de mi Padre. Felices sobre todo
los que cumplen la Palabra de Dios y la ponen en práctica.
María fue pura. Porque Dios la preservó de toda culpa. Pero la
pureza de María se engrandece en el cumplimiento obediente y
alegre de la voluntad divina.