Pontificia Universidad Católica de Puerto Rico
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Podemos aprender a valorar y agradecer a Dios todo lo que
somos y tenemos, a la vista de lo que estos días han
contemplado nuestros ojos.
Podemos aprender a reconocer la respuesta del mundo
entero, que abre la puerta a la esperanza de un mundo más
solidario y comprometido.
Podemos aprender que levantar al caído, es responsabilidad
de todos. Pero responsabilidad de todos es preservar la
caída.
Podemos aprender que Haití nos golpea duramente la
conciencia, a nivel individual y a nivel mundial, al desvelar la
cara menos amable de la humanidad: la pobreza, la miseria,
el dolor, en que viven millones de seres humanos, ignorados y
abandonados a su propia suerte, fruto, hay que decirlo, del
mal reparto de la riqueza, de la injusticia y de la explotación.
Ha tenido que suceder un terremoto de grandes magnitudes
para que el mundo despertara y se enterase de que en el
mapa existía Haití.
Podemos aprender que hay muchos Haití en el mundo, que
esperan por nosotros.
Podemos aprender que los egoísmos, las envidias, las
codicias, las injusticias, las mentiras, las ambiciones, son el
obstáculo principal de la convivencia humana, y terreno
propicio y antesala de muchas calamidades que nos
aquejan.
Podemos aprender a ser más solidarios y más justos; a
compartir más y mejor, a nivel individual y a nivel comunitario.
Podemos aprender a no confundir la justicia con la limosna, a
no esconder tras la limosna la injusticia.
Podemos aprender…
Que nuestra Madre de Guadalupe, Madre de los ponceños y Reina
de las Américas, ante la que nos postramos los desterrados hijos de
Eva, y a quien suspiramos gimiendo y llorando en este valle de
lágrimas, abogue e interceda por todos nosotros, y por el hermano
pueblo haitiano, por el que, con amor, ofrecemos esta Eucaristía, al