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Pontificia Universidad Católica de Puerto Rico

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Mis queridos caminantes: Al llegar a Schoenstatt, meta de vuestra

caminata en esta mañana, que habéis emprendido desde muy

temprano, cuando todavía no había salido el sol, testigos del

amanecer y de los primeros rayos del sol caliente, quiero dar la más

cálida bienvenida a todos y cada uno personalmente, y felicitaros

por el madrugón y el recorrido efectuado; pero sobre todo,

invitaros a sentaros a la mesa con Jesús, nuestro amigo, amigo de

todos, para celebrar, junto con Él, la Eucaristía, la fracción del pan.

Seguramente que a lo largo del camino, y no me refiero

únicamente a la caminata de hoy, sino también a lo largo del

caminar día a día por la vida, os han surgido dudas, preguntas,

inquietudes, interrogantes, al igual que a los dos discípulos de

Emaús, que desilusionados, quizás frustrados y hasta posiblemente

sintiéndose engañados, caminaban desde Jerusalén hasta la aldea

de Emaús, sin acabar de entender lo que había acontecido con

Jesús, en aquellos días, en Jerusalén. Todo parecía ser un mar de

dudas e interrogantes. Al que tenían por Mesías, acaba de ser

crucificado y muerto como un fracasado, en la cruz. Es cierto,

decían entre sí, que algunas mujeres habían ido, de madrugada, al

sepulcro y lo habían encontrado vacio. En realidad, no entendían

lo que había ocurrido, pues Jesús verdaderamente había

resucitado, tal como se lo había anunciado a los Apóstoles. Pero

como que no acababan de creérselo. El mismo Jesús, durante el

camino, les reprocha: “Qué poco entendéis y cuánto os cuesta

creer todo lo que anunciaron los profetas”.

Sorpresivamente, Jesús, sin que ellos lo reconocieran, se les había

hecho el encontradizo y les explicaba las Escrituras, “y

comenzando por Moisés y recorriendo todos los profetas, les

interpretó todo lo que las Escrituras decían sobre Él”.

Llegados a la aldea de Emaús, Jesús finge seguir de largo; pero

ellos le insistieron y le dijeron: “Quédate con nosotros, porque

anochece”. Y ocurrió lo inesperado. Jesús aceptó la invitación y

“entró para quedarse con ellos”. “Una vez que estuvo a la mesa