Pontificia Universidad Católica de Puerto Rico
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aconteció a los apóstoles, a Pablo y a los discípulos de Emaús.
El Padre Cantalamessa trae un ejemplo de la vida cotidiana, fácil
de entender. Pues dice que es necesario que ocurra algo
semejante a cuando un chico o una chica se enamoran. Cuando
una persona se enamora, el otro, el amado, que antes era uno de
tantos, o tal vez un desconocido, de golpe se convierte en único, el
único que interesa en el mundo. Sucede una autentica
transfiguración. La persona amada se contempla como en un halo
luminoso. Todo aparece bello, hasta los defectos. Incluso, cambian
también los hábitos de vida. Dice que ha conocido muchachos a
quienes sus padres no lograban sacar de la cama para ir al
colegio; que si se les encontraba un trabajo, en poco tiempo lo
abandonaban; que descuidaban los estudios, sin llegar a
graduarse nunca, y cuando se han enamorado de alguien, saltan
de la cama, terminan los estudios, cuidan el trabajo… ¿Qué ha
ocurrido? Sencillamente, han encontrado la persona amada, y el
amor mueve montañas.
Pues algo por el estilo es lo que sucede, y se requiere, para ser
verdaderos cristianos: haberse encontrado con Jesús, y haberle
reconocido. Sentarse a la mesa con Jesús, leer sus cartas de amor
que son el evangelio, y dejarse seducir por Él.
Caminantes que habéis caminado y continuáis el camino. Invitad a
Jesús a quedarse con vosotros, porque anochece. Sentaos a la
mesa con Él. Fue precisamente estando sentados en la mesa con
Él, que los discípulos le reconocieron al partir el pan.
La Eucaristía es el lugar del encuentro con Jesús, no lo dudéis. Por
eso haced del Día del Domingo el día del encuentro con Jesús, en
la Eucaristía. Cristiano, vive la eucaristía, vive de la eucaristía, vive
para la Eucaristía.
Caminante, sigue caminando con Jesús, camino de Emaús,
acompañado de María peregrina de la fe, porque en Emaús,
dígase en la Eucaristía, Jesús te espera. El resto es la historia de
cada uno después de haber abierto los ojos y reconocido al Señor.