Pontificia Universidad Católica de Puerto Rico
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Para empezar, el Espíritu Santo transformó a los Apóstoles de
hombres cobardes y miedosos que eran, que no se atrevían a salir
a la calle, en hombres fuertes y valientes, dispuestos a morir por
Jesucristo. A pesar de las amenazas que sufrían de ser
encarcelados, y azotados, e incluso amenazas de muerte, ellos
respondían, movidos por la fuerza que habían recibido del Espíritu
Santo: Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. El Espíritu
Santo obró en ellos un cambio.
Otro cambio de tenerse en cuenta, y señalado en los evangelios,
es que gracias a la acción del Espíritu, ahora entendían muchas de
las cosas que Jesús les había dicho y enseñado, que no habían
comprendido antes. Es como si el Espíritu les hubiera abierto los ojos,
el entendimiento, y ahora podían entender.
Queridos jóvenes, estamos aquí para celebrar el sacramento de la
Confirmación, un nuevo Pentecostés en el que, al igual que hizo
con los Apóstoles, el Espíritu Santo viene a iluminar las mentes y
llenar de fortaleza a quienes van a ser confirmados.
El sacramento de la confirmación viene a completar lo que ya
iniciamos en el bautismo: El cristiano se incorpora a Cristo por el
bautismo, recibe la fuerza del Espíritu Santo en la confirmación, y
alimenta la caridad en la Eucaristía. De este modo culmina su
iniciación cristiana.
Felicito al grupo de confirmados que hoy van a dar un paso
adelante y decisivo en la vida cristiana. Felicito a los catequistas, al
párroco, a los padres y padrinos. Felicito a Coamo, por este nuevo
Pentecostés que estamos viviendo como comunidad de creyentes.
El bautismo lo podemos recibir sin los demás sacramentos, pero los
demás sacramentos no los podemos recibir sin el bautismo.
¿Qué es en realidad lo que da en el sacramento de la
Confirmación? Da la plenitud del Espíritu Santo, y más en particular,
da la fuerza del Espíritu Santo, para ser testigos de Jesucristo,
testigos de la fe, testigos del Evangelio.
Los Hechos narran cómo los Apóstoles sintieron cómo las lenguas
de fuego se posaban sobre sus cabezas; pero sintieron, además,
una fuerza interior que los impulsaba a salir fuera a dar testimonio,
de aquél a quien los judíos habían crucificado, realmente había
resucitado. La fuerza del Espíritu los cambio.
Mis queridos confirmandos, ese mismo Espíritu Santo, esa misma