Pontificia Universidad Católica de Puerto Rico
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Una circunstancia me ha traído hoy a presidir esta Eucaristía:
compartir los sentimientos y la más profunda acción de gracias por
los cincuenta años de vida religiosa de una Operaria del Divino
Maestro, o Avemariana, Sor Eutiquia Marcos García.
Haciéndome eco del Evangelio de hoy, que relata el
agradecimiento de uno de los diez leprosos que fueron curados por
Jesús, los primeros acordes son, en esta mañana, una acción de
gracias al Dios todopoderoso por las maravillas y bondades que ha
realizado en Sor Eutiquia durante sus cincuenta años de vida
religiosa. Quieren expresar, en nombre de todos los presentes, el
agradecimiento al Señor, dador de todo bien, fuente del ser y de la
vida, en unión y comunión con Sor Eutiquia que hoy ha venido a
dar gracias al Señor, porque ha sido bueno con ella, la escogió
para sí, y la ha mantenido fiel durante sus cincuenta largos años de
vida religiosa.
Vivimos en una época en la que reina un gran relativismo religioso,
en el que, en nombre de una tolerancia mal entendida, se ha
perdido la compostura y el santo temor de Dios. La historia de los
nueve leprosos que no regresaron a dar gracias a Dios, hoy se
repite. Sin embargo, a Jesús le agrada y así lo reconoce, que uno
de los diez leprosos, que el había sanado, regresase a darle gracias.
Con el mismo sentimiento del leproso agradecido, damos gracias al
Señor en esta Eucaristía, por nuestra hermana Eutiquia, cuyo
nombre trae al recuerdo los nombres de aquellas mujeres que a
veces escribe San Pablo en sus epístolas.
Siempre he admirado a las mujeres religiosas y consagradas,
entregadas y dedicadas al servicio de los demás según el carisma
del Fundador o de la Fundadora, en el más genuino espíritu del
Evangelio. Y hoy lo constatamos en Eutiquia, en sus cincuenta años
de consagración a Dios y al prójimo.