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Pontificia Universidad Católica de Puerto Rico

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Han pasado diez años y Madre Dominga Guzmán

vive

:

Vive

en la Congregación de Hermanas Dominicas de Fátima,

encargadas de difundir su espíritu y su obra, a través de los 18

pueblos de Puerto Rico, en que se encuentran, además, aunque en

menor escala, en Haití, Republica Dominicana, Venezuela, Estados

Unidos y Cuba.

Vive

en las 130 hermanas dominicas de Fátima, y en las 15 que es-

tán en etapa de formación.

Vive

en el apostolado que ejercen, impulsadas por el espíritu de la

Madre fundadora.

Vive

en Cristo.

Vive,

porque Madre Dominga fue una persona excepcional, que

dedicó su vida al servicio de Dios y de los hermanos. Quienes mejor

la han conocido aseguran que fue una mujer virtuosa, llena de

amor y dedicación hacia los más pobres y necesitados, humilde,

sencilla, pobre, puesta siempre su confianza en Dios, entregada

totalmente a la causa del Evangelio.

Sintió muy de cerca la necesidad y urgencia de evangelizar la

familia, como célula fundamental del entramado social en que se

desenvolvía, y fundó una congregación que tiene como misión

principal: “Llevar a Cristo a la familia y la familia a Cristo”.

De todos es conocido el hecho de la introducción de su causa de

beatificación, que se encuentra en su primera fase, la diocesana,

ya muy adelantada, como el mejor reconocimiento de que su

memoria está viva entre nosotros.

Vive

, porque la virtud la acompañó más allá de esta vida, “Sólo la

virtud es la que acompaña a los difuntos, únicamente nos sigue la

caridad” (San Ambrosio), porque “el alma que ama a Dios vive más

en la otra vida que en ésta, porque el alma vive más donde ama

que donde anima”. (San Juan de la Cruz) Y Madre Dominga amó

mucho.

Tres puntos quiero resaltar con motivo del décimo aniversario de la

muerte de Madre Dominga.

El Primero es, que, en definitiva, mientras la carne muere, el espíritu

permanece. Lo que hace grande a una persona es la virtud. Lo que