Pontificia Universidad Católica de Puerto Rico
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Hoy no resulta fácil ser cristiano, llevar una vida cristiana, adecuada
a las exigencias del evangelio; llevar una vida cristiana, como suele
decirse, de los diez mandamientos. Hoy se tiende, y cada vez más
frecuentemente, al “acomodo razonable”, apoyado en razones de
conveniencia y no en las exigencias del evangelio. O, usando una
expresión muy de moda, hoy predomina la tendencia en muchos
cristianos a vivir una vida cristiana “light”, diluida, cómoda. Lo diré
en palabras más francas, una vida cristiana no comprometida o
poco comprometida.
La vida religiosa y consagrada vienen a mostrarnos el verdadero
rostro de la vida cristiana.
La iglesia tiene necesidad, dice el Papa Benedicto XVI del
testimonio de una vida consagrada que afronte con valentía y
creatividad los desafíos del tiempo presente.
Benedicto XVI hace un magnífico resumen de lo que significa y es
la vida religiosa y consagrada de cara al mundo en el que hoy
vivimos: “Ante el avance del hedonismo, se os pide el testimonio
valiente de la castidad como expresión de un corazón que conoce
la belleza y el precio del amor de Dios. Ante la sed de dinero,
vuestra vida sobria y disponible al servicio de los más necesitados
recuerda que Dios es la autentica riqueza que no perece. Ante el
individualismo y el relativismo, que llevan a las personas a
convertirse en la única norma de si mismas, vuestra vida fraterna,
capaz de dejarse coordinar y, por tanto, capaz de obedecer,
confirma que ponéis en Dios vuestra realización. ¿Cómo no desear
que la cultura de los consejos evangélicos que es la cultura de las
Bienaventuranzas, pueda crecer en la Iglesia para apoyar la vida y
el testimonio del pueblo cristiano?”.
“El amor es la única clave para comprender la vida religiosa”,
concluye el Papa. Lo dice quien ha dedicado la primera Carta
Encíclica de su pontificado al Amor: Dios es Amor, y dice que la
vida consagrada es expresión y escuela de caridad.
Agradecemos a Sor Eutiquia por sus cincuenta años de vida
religiosa y pedimos al Señor la siga bendiciendo para continuar
testimoniando ante el mundo el Amor de Dios a los hombres, y
pedimos al Señor que su nombre quede inscrito en el Libro de la
Vida.
Felicidades, enhorabuena