grandes revoluc i onar i os y ref ormadores, son
sorprendentemente jóvenes. Por eso creo que la invitación a la
vida buena dirigida a los jóvenes debe llegar a tiempo y debe
ser presentada como la verdadera proeza que importa en esta
vida. Creo que es lo que los jóvenes presienten y esperan, pero
por el
desorden establecido,
como decía irónicamente Manuel
Mounier, la invitación a la vida buena está postergada o no se
oye; por la prioridad del consumismo, los placeres perros
(metáfora de Plutarco) y por la educación tecno-científica que
alimenta a ambas. Me maravilla la ciencia y la tecnología pero
enseñarla desvinculada de todo humanismo es mutilar la
educación y condenar a la humanidad a eso que precisamente
estamos viviendo: un mundo habitado, cada vez más, por
egoístas insensibles que viven ajenos a ese mundo interior, a
la construcción de sí mismos y a la suerte del prójimo.
Afortunadamente ayuda a lo anterior el hecho de que existe
una fuente inagotable de amigos virtuales que pueden
enriquecer e iluminar nuestras vidas y que nos pueden
acompañar siempre. Es el maravilloso campo de la cultura
que nos permite ser amigos de Platón, de Aristóteles de
Pascal, de Unamuno, de Hostos, de Ortega y Gasset, de Rodó,
de Jesús, de Buda, de Confucio, de Beethoven, de Mozart, de
Malher, de Shakespeare, de Cervantes, de Neruda, de María
Zambrano, de Hannah Arendt y de un largo etcétera. Todos
ellos han alcanzado la plenitud que se busca y resultan ser
nuestros mejores modelos.
Platón le advirtió a los jóvenes mediante una de sus geniales
alegorías, en su diálogo
La Republica,
algo semejante y con su
gran genialidad. Es en el libro octavo donde expone que el
alma humana es un castillo asediado por un ejército enemigo,
que son los deseos que pretenden vencer a su enemigo más
odiado que es el deber, el príncipe de la resistencia y la
tenacidad. Éste es un príncipe rodeado de sus consejeros más